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LA DESTRUCCIÓN DEL TERCER TRAMO

José Orona Foz

      Es la historia de una demolición. Resulta vital recordarlo ahora para poder juzgar lo que ocurriera a nuestra suntuosa joya iglesia de Valderrobres y de las más bellas de Aragón sin duda.

      Aludimos al tiempo que va, desde que se declara "situación crítica" en el templo de Valderrobres (Teruel), en octubre de 1859, hasta el obligado desenlace de la demolición, el 3 de mayo de 1877.

      Los documentos, de que disponemos de las fechas indicadas hablan de "restaurar" la iglesia, medida posible todavía en 1859. No se afrontaron los deterioros en el tiempo oportuno, y por los peligros que amenazaban a la población, hubo necesidad de demoler una parte notable de la iglesia.

      Hoy en 2004 y 145 años después aquella medida quirúrgica no ejecutada, nuestra hermosa iglesia, sigue mutilada y maltrecha en la cuarta parte de su estructura: bóveda y paredes. Así quedó... y así sigue.

      A todos nos parece muy grave que haya pasado ¡siglo y medio! desde aquella señal de alerta, que acabó con la traumática amputación del templo, auténtica riqueza arquitectónica del patrimonio aragonés y nacional; ¡Qué no sería hoy sin el daño que se le infiriera en aquella malhadada fecha de 1877!

      Rogamos, pedimos, queremos elevar la voz para que se nos oiga desde todos los ámbitos, parroquial, municipal, diocesano, autonómico, nacional... que se nos quiera escuchar, que se nos ayude en la proporción necesaria al deterioro. Que, al fin, se salve el excesivo e inexplicable olvido que soporta Valderrobres, capital administrativa de la Comarca del Matarraña. Valderrobres posee un monumental patrimonio artístico en la frontera de Aragón, Cataluña y Valencia. Valderrobres existe y sorprende a quienes tardíamente, a veces, lo van descubriendo. Que se inicie un movimiento de retorno a favor de nuestra demanda.


FECHAS HISTÓRICAS DE UN TRISTE PASADO

      Era el 13 de octubre de 1859. Se reúne el Concejo del pueblo con evidentes signos de inquietud. El tema monográfico era "cómo afrontar el visible deterioro de la parte trasera de la iglesia", la conclusión fue: "Solicitar del arzobispo de Zaragoza", entonces el Eminentísimo Cardenal Fray Manuel García Gil, "permiso para reparar la iglesia de la villa, en una parte que amenaza ruina".

      Este acuerdo del 13 de octubre de 1859 fue comunicado al arzobispo dos días después, el 15 de octubre. El texto de la misma dice literalmente: "Que en los cimientos de la capilla de San Jaime de la iglesia parroquial de esta villa se observa: que las paredes fosales de dicha capilla cargan, si no en todo, si en parte, en falso, a causa de un 'caño' (socavón), que hicieran los antiguos para refrescar agua en tiempo de verano, resultando por ello que en el día, sobre ese socavón, se halla una bóveda de más de nueve metros de diámetro por unos diez de altura, de modo que si no se levanta un muro debajo de dichas paredes, peligra la capilla..." Se añade: que se desprendían piedras, y en la pared del coro y órgano se abrió una grieta de 17 centímetros, y que "para evitar males de tanta trascendencia y cumpliendo con el artículo 1º R.O. de 19 de septiembre de 1851 sobre tramitación de expedientes des obras de reparación y reedificación de iglesias, lo exponen, careciendo de recursos para atender la mencionada obra". También firma el párroco Don Jerónimo Burguete.

      A tal solicitud les responde el Sr. Cardenal, nombrando al arquitecto Don Tomás Alonso, vecino de Teruel, con el encargo de que "haga la visura" de las obras de reparación y formación de presupuesto. Tales requisitos solicitados por Ayuntamiento y párroco, era también preceptivo hacerlos al Señor Gobernador de Teruel, según artículo 9 del R.O. de 19 de septiembre de 1851.

      El 5 de marzo de 1862 el párroco Don Jerónimo Burguete dice que, en fecha de 25 de febrero de 1862, había enviado a instancias superiores de la Junta de Reparación de Templos del arzobispado de Zaragoza, el expediente iniciado ya el 15 de octubre de 1859, en el que expone que "el arquitecto se presentó a visar las grietas el 19 de septiembre de 1861, calificando dicha reparación de urgentísima".

      Ante tales hechos, nos quedamos estupefactos porque, en primer lugar, el párroco y el ayuntamiento, hace tres años calificaron de muy necesaria la restauración, y, en segundo, el arquitecto Tomás Alonso la califica de "urgentísima" y con todo, el presupuesto se sustancia ¡cuatro años después! El presupuesto se firmaba el 26 de julio de 1863 en una nota preceptiva: "obras que de absoluta necesidad deben ejecutarse en la iglesia de Valderrobres". Mayor reiteración no cabe. ¿Qué va a ocurrir?

      Los retrasos, indecisiones, omisiones y olvidos y la falta de dinero son tales, que, lo que cuatro años antes era posible reparar, no será posible ahora y vendrá la temida demolición.

      Cualquiera que siga estas explicaciones podrá sentir, como nosotros, la impresión de que los distintos intervinientes hablan como distintas lenguas unos y otros, pues no acaban de entenderse.

      El arzobispo tendrá que interponer su valimiento y remite el presupuesto al señor Ministro de Gracia y Justicia, haciendo notar que el presupuesto no excede la cantidad de 20.000 reales. Es la cantidad máxima que su majestad la reina puede aprobar directamente. No resultó. Olvido y silencio administrativo.

      El expediente "de marras" se envía el 26 de enero de 1864. Se paladea la lentitud con que caminan los trámites frente a una emergencia de graves consecuencias; en primer lugar para la seguridad de los vecinos de Valderrobres, pues la iglesia es una mole sobre el caserío circundante. Y en segundo, se trataba de salvar una joya de la arquitectura de Aragón. ¿Qué ocurrió? Lo temido. Que no se llegó a tiempo.

      Reconocemos con amargura que el precioso tiempo transcurrido, no sirvió para nada. Los papeles oficiales para nada, las esperanzas perdidas. No se operó a tiempo y ahora la gangrena en forma de grietas que se abren sin pausa, obligó a cortar por lo sano la cuarta parte de la iglesia que amenazaba ruina.

      Pasaron 18 años de total ineficacia, de impotencia, desde aquel 1859. Ahora ya nadie habla de restaurar. Todos hablan de demoler.

      Vinieron distintos responsables al ayuntamiento y a la parroquia. El nuevo regente de la parroquia, don Melchor Sanz, ruega "resucitar" aquel expediente de hace años, olvidado quizá en algún meandro del Ministerio de Gracia y Justicia.

      El buen cura piensa que siempre puede ser más eficaz y rápido validar el expediente antiguo que iniciar otro nuevo, ante el ritmo administrativo de aquellos años. Así lo expresa el sacerdote ya en 1876.


CONCIERTO DE VOCES

      Aquí a estas alturas, las voces que se oyen son una algarabía:
            1. Las voces del párroco y alcalde.
            2. Las del señor gobernador de Teruel, D.F.A. Pastor que, el 29 de noviembre de 1876, vuelve a solicitar otro arquitecto que examine el peligro amenazante.
            3. Las familias piden un cambio de ubicación de las escuelas de niños y niñas. Las escuelas de aquel entonces están a 3,5 metros de las paredes de la iglesia que peligran. Temen los desprendimientos.
            4. Se suma a todo ello un telegrama al señor gobernador el 4 de abril de 1877, que dice así: "Población alarmada por inminente peligro de ruina de la iglesia. Llamado maestro de Alcañiz, Sr. Sierra y ruego a ustedes nos pongamos al habla con su autoridad y la del Sr. Verdejo, arquitecto, diciéndose hora para determinar, en vista del inminente peligro". El Sr. Gobernador responde telegráficamente a las 6.15 de la tarde del mismo 4 de abril. Es evidente que los nervios están a flor de piel. 
            5. Se presenta el maestro de obras de Alcañiz, Sr. Sierra. Se dispone desalojar las casas que corren peligro. Se determina prohibir el paso por ciertas calles. El mayor peligro se concreta en las escuelas y hospital. La grieta crece.
            6. Había que ver al alcalde Don José Cepera buscando recursos dentro de la población y fuera, acudiendo al gobernador, diputación, diócesis... Era la convicción de una ruina que para todos, en especial para el pueblo, resultaba enorme. Ante la impotencia que sienten todos y lo inevitable del drama que les tiene en vilo, diríase que se espera que ocurra lo peor, cuanto antes. Después Dios dirá.

Vista superior del tercer tramo

 

DEMOLICIÓN CONSUMADA

      El 31 de mayo de 1877 Don José Senli; nuevo párroco, escribía al Sr. Cardenal de Zaragoza, exponiéndole como después de 18 días de peligroso trabajo de demolición de la parte sur-oeste de la iglesia, se podrá celebrar la fiesta del Corpus en la parte cubierta o sana del templo. Hasta entonces y mientras las obras de demolición no lo permitieron, las misas se celebraban en la calle.

      Terminado el derribo (el 3 de mayo de 1877) deja instrucciones para construir un paredón que separa la parte demolida de la parte sana. Un irremediable paredón, un intruso de piedra irregular que al menos ha permitido celebrar el culto divino, en una iglesia liberada así de las inclemencias del tiempo.


PAREDÓN CONSTRUIDO

      La obra de esta pared que se construyó, desde la base a la mitad de la altura, tiene un espesor de más de un metro y desde la mitad hasta el remate va disminuyendo el grosor hasta terminar con una anchura de 0,6 metros, cuando llega a recibir el arco de la bóveda.

Pared que separa la parte derruida de la iglesia

      Así fue y así lo relatamos. Sólo que de aquella primera toma de conciencia, un 13 de octubre de 1859, pasando por el 3 de mayo de 1877, fecha de la operación de sutura y hasta hoy mismo... han pasado, siglo y medio.

      Vemos, los valderrobrenses nuestro templo parroquial cual otra bella durmiente que sigue encantada después de siglo y medio... y, hoy todavía, herida y maltrecha, solicita un príncipe que se enamore de ella, le cure sus heridas, le devuelva su integridad, aquella belleza originaria que nunca debió perder. ¿Hasta cuándo así?

      Por fortuna ya quedaron lejos aquellos tiempos calamitosos, horas bajas de nuestro infortunado final del siglo XIX, con todas sus penurias económicas y sociales... Hoy son otros tiempos y somos muchos los que dentro y fuera de Valderrobres, deseamos otra suerte para nuestra joya gótica.

      Nuestro templo es un lujo para la vista, un lujo para Aragón, un delicado encaje de bolillos.

      Esperamos de nuestras autoridades que quieran, tan solo, despertar a una bella dormida... Y demasiado olvidada.

      Devolvamos toda su luz a esos ojos de suntuosa y delicada hermosura que es la iglesia de Valderrobres. Necesitamos el dinero que la administración querrá aportar en la proporción razonable al deterioro existente.

      Dios quiera que para pronto.

Interior del tramo derruido

 

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