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LA IGLESIA PARROQUIAL DE VALDERROBRES

Manuel Siurana Roglán

      La iglesia parroquial de Santa María la Mayor de Valderrobres se encuentra situada en la zona más alta del casco antiguo, junto al castillo, dominando conjuntamente todo el valle en el que se asienta el pueblo. A ella se puede acceder caminando a través de las empinadas callejuelas que parten desde la plaza de España o de las calles Santiago Hernández y La Paz, aunque también se puede llegar de una manera más cómoda, pero menos emotiva, con automóvil, desde la propia plaza de España, a través de la calle del Carmen o desde el Burrull, antes de entrar en Valderrobres por la carretera de Tortosa.

      La obra fue realizada en dos fases, la primera, entre 1321 y 1349, coincide básicamente con el arzobispado de don Pedro López de Luna y abarca casi toda la iglesia. La segunda se inició durante la prelatura de don García Fernández, en 1409, cuando dicho arzobispo concedió al vicario y jurados de Valderrobres la primicia de este lugar por diez años para "reparar la iglesia". Según documentación estudiada por José Orona en el archivo diocesano la capilla de San Jaime (la situada en el lado meridional del tercer tramo), ya había sido fundada por Jaime Moragrega para que sirviera de panteón familiar en 1417, siendo arzobispo don Francisco Clemente. Terminando las obras en 1423, según consta en los Registros de Actos Comunes del Archivo Diocesano de Zaragoza. Aunque no debió quedar excesivamente bien rematada la construcción, puesto que, el 17 de mayo de 1453, el arzobispo don Dalmau de Mur y Cervellón tuvo que autorizar al alcalde y justicia de Valderrobres para que se invirtieran 3000 sueldos en urgentes obras de reparación, según consta en el RAC del Archivo Diocesano de Zaragoza, correspondiente a dicho año. Desde la finalización de las obras de construcción, la estructura del templo permaneció prácticamente inalterada hasta el gran derrumbamiento del siglo XIX, producido, a pesar de que diversos documentos conservados en el archivo parroquial nos demuestran que ya se venía advirtiendo de sucesivos problemas de filtraciones de agua desde el tejado, que se tradujeron en reparaciones parciales.

      La iglesia de Valderrobres es una obra íntegramente de cantería, arenisca, y sus muros están construidos a base de sillares bien escuadrados y alineados. El sistema arquitectónico utilizado es el abovedado y la obra alcanza unas dimensiones de 41 metros de largo (32 si no incluimos el tramo hundido), 12,5 metros de ancho de la nave central, 22,5 metros de ancho total, 18 metros de altura interior de la nave central y 34 metros de altura del campanario.

      La iglesia parroquial de Valderrobres sigue el modelo peculiar del gótico de la Corona de Aragón, basado en la planta de salón, con ábside de igual anchura que la nave y capillas laterales entre los contrafuertes. Es, por ello una iglesia de estructura simple, caracterizada por la sobriedad, la armonía, la poca verticalidad, la ausencia de pináculos, las bóvedas sencillas, la inexistencia de arbotantes y la escasez decorativa, predominantemente vegetal. Las relaciones políticas, religiosas, artísticas y sociales ligan claramente esta obra con otras de Cataluña, Baleares y Valencia, que alcanzaron su apogeo en el siglo XIV, lo cual queda confirmado al analizar los distintos elementos de esta iglesia.

      Es un templo de una sola nave, de salón, con cabecera de ábside poligonal de siete lados, con tres tramos rectangulares y capillas laterales en cada uno de ellos, excepto en el lateral de la Epístola, correspondiente al segundo, donde está la portada. Las paredes y la cubierta se sostienen siempre con contrafuertes embebidos en el interior de la planta, porque se abren capillas laterales (hexagonales o rectangulares), siempre una a cada lado por tramo, tal como ya sucediera en la catedral de Tortosa. El espacio interior es compacto, unitario, simple, unidireccional hacia el ábside, donde se encuentra el altar, limpio y con escasa decoración complementaria de la arquitectura, para que no desvíe la atención de los fieles. Desgraciadamente no podemos observar la magnitud total de la iglesia, al haber caído el tercer tramo y haberse levantado un muro de separación, lo cual redunda muy negativamente en la visión global del conjunto, ya que la iglesia, sin el tercer tramo, peca de achatamiento.


Plano de la Iglesia de Valderrobres

      Los contrafuertes absidales se meten hacia el interior de la iglesia, abriéndose los muros y formando capillas radiales de reducidas dimensiones y escasa altura, que se sitúan en los lados alternos, tomando como eje el frontal de la cabecera. Dichas capillas, contra lo que suele ser corriente en la Corona de Aragón, son pentagonales y, a su vez, resaltan pequeños contrafuertes al exterior. Los cuatro espacios exteriores del ábside correspondientes a los lados impares han recibido un tratamiento diferente: los de la zona norte quedaron inutilizados por su pequeña superficie, especialmente el que comunica con el primer tramo, mientras que su opuesto del lado sur sirvió para ubicar el campanario y el situado junto a la capilla central quedó absorbido por la nueva sacristía.

      Al primer tramo se abren dos capillas hexagonales y sobre la del lado del Evangelio está construida una tribuna con capilla, desde donde se podía asistir a la celebración eucarística comunitaria o se podía celebrar una ceremonia privada y que es la zona de mayor interés de la iglesia. Estaba también comunicada a través de un pasadizo (taponado en el siglo XVII) con la primera planta del castillo y, a través de una celosía de arcos entrecruzados de piedra labrada, con la nave de la iglesia. Dicha celosía reproduce un dibujo formado por cinco arcos apuntados enteros y dos medios arcos en los extremos, que, al entrecruzarse, forman romboides y triángulos con cuadrilóbulos y trilóbulos inscritos en su interior. Formando parte de su decoración están los escudos de don Pedro López de Luna y de don Dalmau de Mur y Cervellón. Además en su interior se reúnen algunos de los restos escultóricos de mayor calidad de la iglesia, reafirmando la importancia del espacio decorado.

Tribuna

      En el segundo tramo del lado del Evangelio asciende una escalera de caracol que sirve para comunicar la tribuna y por extensión el castillo, con la iglesia. En este tramo, junto a la escalera, se construyó una capilla rectangular, que, al ser de reducidas dimensiones, no sobresale al exterior. Por su parte en el lateral de la Epístola, se sitúa la portada de la iglesia.

      El tercer tramo está en su mayor parte derruido y en él hay también dos capillas laterales, la de la Epístola hexagonal (a medio reconstruir) y la del Evangelio (amenazando ruina) de planta rectangular, pero que, como caso excepcional, pasaba a hexagonal, en alzado, por medio de sendas trompas, situadas en los ángulos más internos de la misma, lo cual daba pie a que los nervios apoyasen en ménsulas, que sustituían a las columnas.

      De los demás restos que quedan, podemos deducir que en el hastial se abría una portada flamígera, inutilizada desde el hundimiento de la iglesia y un rosetón, también de tracería flamígera, que se mantuvo casi intacto a pesar del hundimiento del tramo y que fue restaurado en 1971. En la actualidad no se puede acceder a este tramo, en cuya capilla de la Epístola permanece la armadura de madera que se construyó con la finalidad de restaurarla, quedando las obras inacabadas, con la sola construcción de los nervios de la bóveda y el arco de acceso, faltando por realizar los plementos. En sus capiteles se han reproducido bustos de hombres. El estado general de abandono en que se encuentra esta zona ha ocasionado la acumulación de una gruesa capa de excrementos de palomas y pájaros, medio idóneo para el crecimiento de diversas variedades vegetales, cuyas semillas han sido traídas por las propias aves. Una verdadera pena, que ayuda al deterioro general de la obra y que impide la magnífica visión de la iglesia en toda su longitud. Al construirse este tramo del templo, que tal como hemos indicado se realizó durante una segunda fase de las obras, se abrió un sótano bajo la capilla del lado de la Epístola y en parte de la nave central, con la finalidad de que sirviera como caño o lugar para guardar bebida o alimentos frescos durante el verano. El caño, de unos noventa metros cuadrados, se cubría con una bóveda y lo mandó construir el arzobispo don García Fernández de Heredia, pudiendo apreciarse restos de su escudo en el arco de acceso, situado por el exterior del templo, bajo la capilla. Siendo este sótano el que acabó por provocar el hundimiento de los pies de la iglesia.

                      

      El peso de la cubierta se recoge, a través de las columnas adosadas y molduradas, en los contrafuertes que quedan inmersos en el interior del templo a partir de la apertura de las capillas laterales, lo cual permite ofrecer un dibujo altamente homogéneo desde el exterior, donde únicamente son visibles los pequeños contrafuertes de algunas capillas.

      Los arcos, sin excepción, son ojivales. Los hay fajones, separando el ábside de los tramos y estos entre sí, y los hay formeros, separando los tramos de cada una de sus capillas laterales. De estos arcos, los fajones presentan más molduraciones que el resto de los arcos y nervios de la iglesia. Los arcos de acceso a las capillas radiales también son de ojiva.

      Como sistema de cubrición se utiliza las bóvedas de crucería sencillísimas, sin más arcos que los diagonales en los tramos rectangulares o los que parten de cada esquina en los ábsides y capillas poligonales, desechando las bóvedas estrelladas para su enriquecimiento ornamental que se suple con la magnífica decoración de las claves. La cubierta exterior de la nave central es a doble vertiente, conservándose tejas de piedra, excepto en la vertiente norte, en la capilla lateral del segundo tramo y en la capilla absidal de la Epístola, que recientemente fueron sustituidas por teja moderna de arcilla y Uralita.

      La torre campanario de la iglesia de Valderrobres sigue al pie de la letra el modelo típico de la Corona de Aragón, es decir, una obra octogonal, ligeramente irregular, de aspecto macizo y poco esbelto, sin cambios de planta ni contrafuertes angulares, con paramentos lisos y cerrados, falta total de aperturas visibles desde el exterior (a excepción de una saetera a poca altura), con la sola excepción de la última zona (para albergar las campanas), donde se abren ventanas, terminando con una cornisa horizontal y una cubierta con una azotea almenada, que le confieren un aspecto de fortaleza, muy acorde con el vecino castillo. Tiene un doble acceso, por el interior, a través de la capilla absidal de la Epístola y por el exterior, a través de una pequeña puerta, situada en la plazoleta, junto a la portada meridional.

Campanario de la iglesia antes de la restauración 2003-2009 Campanario de la iglesia después de la restauración 2003-2009

      Las ventanas son, en general, pequeñas y sencillas, por lo que la luz de la nave es generalmente escasa, debido en parte a que la mayor parte del templo está cegado en su lado septentrional, por donde, además de estar situado el castillo, podría filtrarse el, a veces, intenso frío invernal, mientras que por el lado meridional la ventana de la capilla del ábside está tapada por la sacristía, un lado del propio ábside está cegado por el campanario y el último tramo está derruido. Aquí no abundan aquellos grandes ventanales de las catedrales castellanas del siglo XIII, entre los que destacaría la catedral de León. Son ventanas formadas por un arco apuntado, con una o dos luces y con ornamentación basada en modelos sencillos de trilóbulos y cuadrilóbulos. Sólo hay un modelo complejo con decoración animal y humana en la cara central del ábside.

      Mención aparte merecen los rosetones, uno sobre la capilla de la Epístola, de unos tres metros, otro, flamígero en el hastial y el más destacado, por su grandiosidad (seis metros de diámetro exterior) y estado de conservación de su tracería, el situado sobre la portada meridional, que es comparable al de San Cugat del Vallés o al de la catedral de Tarragona. También ha levantado últimamente gran interés la ventana triangular equilátera con un lado como base y con tracería, que ilumina la tribuna.

Rosetón flamígero

      La decoración es muy austera. Los elementos decorativos son muy pequeños, con columnas fasciculadas, que asemejan baquetones adosados a un pilar, con molduras de los nervios muy simples y repetidas, con capiteles y ménsulas decorados, pero siempre con un dominio generalizado de los planos lisos y desnudos, tal como ocurre en el conjunto de la Corona de Aragón. La ornamentación figurada también es escasa y se acumula en sitios muy concretos, como capiteles y ménsulas, siendo esencialmente decoración vegetal, aunque también la hay animal e historiada bíblica. Más destacada es la decoración de las claves, que en la nave central muestran la imagen de pie de Santa María la Mayor flanqueada por dos ángeles alados, el Cordero Pascual, como símbolo del arzobispado de Zaragoza y un obispo situado tras un altar bendiciendo el templo, con dos acólitos. En las capillas laterales y radiales se representan otro Cordero Pascual, una gran roseta, un obispo con báculo, la Virgen María flaqueada por dos ángeles, otro obispo con un libro y un presbítero mostrando el Evangelio. En la tribuna las ménsulas muestran decoración vegetal, ángeles músicos, figuras humanas y animales y la clave está decorada con la figura de un obispo mitrado flanqueado por dos diáconos. Todo el exterior de la iglesia, bajo la cornisa, presenta un friso de canecillos, con diversas figuras, básicamente cabezas humanas, pero también animales y personajes grotescos.

Huida a Egipto Detalle de la fachada

El exterior de la obra es un reflejo del gótico levantino, ya que, tal como hemos explicado, la iglesia no presenta ni arbotantes, ni pináculos y su conjunto es muy homogéneo, sin recovecos. La iglesia, unida al castillo, forma un todo, que ofrece dimensiones espectaculares, dominando la colina sobre la que se asientan las casas del casco antiguo de Valderrobres. En su diseño predominan claramente las líneas rectas y cerradas, con un equilibrio entre la horizontalidad y la verticalidad. Su relación con el entorno es demoledora, ya que capta toda la atención visual, minimizando el núcleo urbano, al que, como ya hemos indicado, domina física y espiritualmente. El viajero, venga por el camino que venga, lo primero que observará siempre será el binomio castillo e iglesia, presidiendo el entorno.

      La fachada, que está rematada por una espadaña, tiene un tratamiento individualizado respecto al resto de la obra. Evidentemente, por tratarse de una portada lateral, no ofrece ninguna relación con el interior; sí, por el contrario, relaciona a la obra con el pueblo, ya que se abre hacia la cuesta principal de acceso a la iglesia, ofreciendo una visión esplendorosa de su conjunto, objetivo que evidentemente buscó su autor y que queda magnificado por la superposición del gran rosetón que la corona.

      La portada muestra una composición sencilla, con jambas baquetoneadas que después de los capiteles se transforman en once arquivoltas apuntadas en degradación, cuyos arcos siguen sus mismas molduras. Y, contrariamente al modelo castellano, no hay grandes estatuas en las jambas, sino que, en este caso, se colocan enmarcando los laterales de acceso hacia la portada. Todo su conjunto es muy simétrico y uniforme, con los elementos ornamentales adaptados a la arquitectura, pero su decoración es excepcional en Aragón. Está coronada por un gablete poco apuntado, que permite la formación de un triángulo sobre los derrames, el cual se decora con un Pantocrátor y dos ángeles a los lados. Junto a las arquivoltas, en la parte más exterior y situados perpendicularmente a ella, hay dos conjuntos escultóricos, uno a cada lado con dos personajes apoyados sobre pedestales decorados. Los dos más interiores representan la Anunciación y los exteriores muestran a los donantes de la iglesia. Sobre ellos se representan el Sueño de José a un lado y la Huida a Egipto en el otro; mientras que los pedestales reproducen los elementos del Tetramorfos. En los capiteles en friso corrido se representa la historia de Noé y la humanidad entre el vicio y la virtud, simbolizada por el mensaje de los profetas.

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